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Segunda Época | Mes JULIO/2015 | Año 1 | No. 3

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Bayamo. Apuntes en torno a un cuartel

 

Historia del Museo Ñico López

Yusnay Cabrera Torres

Breve historia del Cuartel Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo

Aldo Daniel Naranjo Tamayo

El ataque al Cuartel Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo

Ludín B. Fonseca García

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Bayamo. Apuntes en torno a un cuartel

 

“Encontrándose en esta el señor Luis Moré cap. de artillería trayendo entre otras, la comisión es­pecial de construir inmediatamente el Cuartel de la Guardia Rural; tengo el gusto de participarle a Ud. que con fecha de hoy se ha dado principio a dicha obra en el lugar del estado denominado "Fuer­te España", aprovechando esta oportunidad para su­plicar fije su atención al dar permiso para su fa­bricación de edificios inmediatos al Cuartel, tenga en cuenta las disposiciones vigentes. Muy atenta­mente de Ud. J. Martínez S.  Capitán Jefe Esc. E. Regimiento No. 3-G-R”.1

 

 

 

 

 

 

1. José Carbonell Alard. “Bayamo. Apuntes en torno a un cuartel” en, periódico La Demajagua, Bayamo, M.N., 20 de junio de 1979, año III, no. 162, p. 3.  

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Historia del Museo Ñico López

Yusnay Cabrera Torres
Directora del Parque Museo Ñico López

En los terrenos que hoy ocupa el Museo Ñico López, se construyó en las primeras décadas del siglo XIX una residencia que por su arquitectura a la usanza española y ser propietario el administrador de Rentas Reales de la villa de San Salvador de Bayamo, Ignacio Manuel de Zarragoytía y Jáuregui, sería conocida como “La Torre de Zarragoytía”.
Tras la muerte de Zarragoytía, alrededor del año 1833, la Torre permaneció abandonada durante varios años. Después de la quema patriótica de Bayamo por sus propios hijos, el 12 de enero de 1869, tropas españolas ocuparon la ciudad y establecieron en esta el cuartel general bajo el mando del conde de Valmaseda. Entre terror y sangre se construyó allí una fortaleza militar conocida como Fuerte España, donde durante las guerras de independencia muchos patriotas guardaron prisión y otros fueron fusilados, como ocurrió el 7 de julio de 1880 con los patriotas Pío Rosado Lorié, Félix Morejón, Enrique Varona y Natalio Argenta.
Al inaugurarse la república mediatizada, el gobierno entreguista de Tomás Estrada Palma encontró el cuartel abandonado y semiderrumbado, iniciándose la restauración el 8 de marzo de 1907, acondicionándose nuevamente para albergar al ejército constitucional; terminada la obra lo nombraron Carlos Manuel de Céspedes. Se inauguraba así para el nuevo recinto la etapa de la seudorrepública, común a todos los cuarteles del país: muertes, torturas, violaciones y maltratos.
El cuartel militar con forma de rectángulo regular, ocupó un área de 14 335 metros cuadrados. El mismo contaba con varios edificios, polígono, cercas de alambres, calles interiores y jardines, en cuyas dependencias se encontraban la capitanía, el cuartel maestre, calabozos, enfermería, dormitorios, club de oficiales, cocina, comedor, baños, cuarto de oficial, barbería, talabartería, carpintería, garaje, radio, cuadras de los caballos y una garita en el fondo.
Este cuartel era la sede de la tenencia de Bayamo, la que controlaba las de Jiguaní y Veguitas y a la vez tenía jurisdicción sobre los puestos de la Guardia Rural de Guisa, Rio Cauto, Baire, Maffo, Bueycito y Mabay.
Al triunfar la Revolución, el Primero de Enero de 1959, el cuartel Carlos Manuel de Céspedes funge como un pequeño hospital del Ejercito Rebelde y posteriormente se utilizó como taller y almacén de la construcción.
En 1963 a consecuencias de las lluvias dejadas por el ciclón Flora se produjo un corto circuito que provocó un incendio que afectó gran parte del inmueble, quedando como únicos vestigios del cuartel Carlos Manuel de Céspedes los dos torreones, una parte de la muralla aspillera y el otrora club de oficiales.
Desde la inauguración del cuartel hasta la fecha se han ejecutado reconstrucciones en los años 1960, 2003 y 2013, respetando los valores originales del local. El 26 de julio de 1978 se inaugura como Museo Ñico López, en el que se encuentra la historia del asalto realizado por los jóvenes de la Generación del Centenario, el 26 de julio de 1953, reflejada a través de fotos, objetos y maquetas, además se puede apreciar la solución dada por el gobierno revolucionario a los males que aquejaban a nuestro pueblo. El otrora polígono se convirtió en un hermoso parque para el disfrute del pueblo, donde se realizan actos políticos, graduaciones, espacios caracterizados para niños, adolescentes y jóvenes con el objetivo de crear una actitud de respeto hacia nuestro patrimonio.
Por Resolución 193, de fecha 10 de febrero de 2004, se declaró Monumento Nacional, lleva el nombre de Antonio López Fernández (Ñico), asaltante al cuartel y expedicionario del Granma.
 
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Breve historia del Cuartel Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo

Aldo Daniel Naranjo Tamayo

 

Ignacio de Zarragoytía y Jáuregui, llega a Bayamo en 1806 en el cargo de cobrador de Rentas Reales. De origen gaditano, acumuló una fabulosa fortuna, la cual diez años después le permitió invertir en la construcción de una sólida mansión de una torre alta, una especie de castillo medieval, típico de la Edad Media, al este de la villa. En esa época aquello lo formaba un arrabal lleno de malezas, junto a la barranca de San Juan y a unos doscientos metros de la margen derecha del río Bayamo.
El edifico constaba de tres cuerpos, salones inmensos, amplios corredores, varias ventanas y siete bóvedas. Este último dato induce a creer en la existencia de arcos fajones. El frente lo dominaba una plazuela y a su alrededor se levantaron muros de piedras. En su diseño tal vez se seguía la Torre del Oro en Sevilla, muy conocida por  el funcionario español. Sin dudas, una vez concluida sería uno de los inmuebles más majestuosos de la villa.    
Zarragoytía pasó muchos años detrás de las rejas en el segundo período constitucional en Cuba, acusado por corrupto y dilapidador de los recursos de la Real Hacienda. Entonces la gran mansión quedó abandona, y esta soledad pronto generó mitos, leyendas y cuentos. Una de ellas cuenta que la torre sirvió de campamento al famoso bandido Casimiro Montalbán, cuyo final fue un suicido con pistola, en lo alto de la Torre, ante el abandono de una amada.
Incluso Carlos Manuel de Céspedes le dedicó un soneto en noviembre 1851, titulado A la Torre de Zarragoitía, la que describía como una “derrocada torre” y unas “salas ya vacías”. En la obra se aprecia el deseo del poeta de conocer la real historia de Zarragoytía, cuya actuación política nunca había quedado clara. Para Céspedes no dejada de ser una figura “desdeñosa”, enriquecido a costa del sudor del pueblo y que empleó su fortuna en organizar fiestas bacanales. Es decir, el abogado liberal indagaba en las raíces históricas locales y cuando el viento atravesaba las bóvedas creía escuchar “el rumor de las orgías”.
Desde el punto de vista literario Céspedes muestra un meridiano acierto en la forma, logrando estrofas sencillas y bellas: Me figuroalorgullosopoderoso/ de tu Señor, elgolpequecertero/enelolvidoconfundiósuhistoria.// Sialzadeallísufrentedesdeñoso/cualdelhuracánteburlasfiero, / burlarsehadelamundanagloria.  
De nuevo la ruinosa Torre de Zarragoytía entró en la historia, cuando los bayameses prendieron fuego a la ciudad el 12 de enero de 1869, ante la inminente caída en poder de la división española del general Blas de Villate, conde de Valmaseda. Cuatro días después, el militar ibérico pisó la tierra humeante de la urbe. No pudiendo alojar a las tropas en ningún edificio, las condujo hasta la Torre de Zarragoytía y la quinta de Miniet, situadas a unos cien metros por el norte. 
Los españoles construyeron a la carrera parapetos y barracones de ladrillos, ante la posible ofensiva de las fuerzas rebeldes. El audaz gesto de los bayameses impidió que los colonialistas pusieran en práctica de inmediato los planes trazados de ocupar Jiguaní y desplazarse hacia Manzanillo y Santiago de Cuba. A ello se agregaba la imposibilidad de contar con el apoyo de refuerzos que debían converger desde estos puntos. Sin esos auxilios Valmaseda estaba consciente de que no podría operar en el valle del Cauto con posibilidades de éxito.
En efecto, a la semana del holocausto de los bayameses, el general en jefe del Ejército Libertador Carlos Manuel de Céspedes solicitaba a los generales Modesto Díaz, Luis Marcano y Juan Hall atacar a los españoles en la Torre de Zarragoytía. De ahora en adelante el lenguaje del general español no transpiraba victorias, sino el desesperante auxilio de refuerzos. 
Las tropas del conde de Valmaseda perpetraron contra las familias bayamesas los más horrendos crímenes. El síndico del gobierno de Bayamo, Tomás Estrada Palma, denunciaba en cartas al exterior: “Mientras el ilustre Conde, ocultando su obesidad sobre la Torre de Zarragoytía, guarda las apariencias del tirano indulgente, sus soldados y los voluntarios peninsulares, odiosos instrumentos de aquel Júpiter Tonante de los modernos tiempos, asesinan a mujeres, niños y ancianos, saquean, ponen fuego a las casas, violan a la esposa a presencia del esposo, degüellan al hijo delante de la madre e inventan en su rabia cuantos horrores puede producir la más inicua ferocidad”.
De esta forma, entre violencia y sangre, surgió el Fuerte España. Allí durante las guerras de independencia guardaron prisión infinidad de patriotas y otros fueron fusilados. Así, el 7 de julio de 1880 cayeron bajo el fuego de un pelotón de fusilamiento el brigadier Pío Rosado, el capitán italiano Natalio Argenta, Félix Morejón y Enrique Varona.  Antes de las descargas, Argenta proclamó con voz potente: ¡Viva la República Universal! Y con mayor fuerza respondió Pío Rosado: ¡Viva Cuba libre, capitán!
El cuartel Céspedes: perímetro y jurisdicción
Fue el 8 de marzo de 1907 que el coronel E. Ávalos comisionó a Bayamo al capitán de artillería Luis Moré para construir de inmediato un cuartel para la Guardia Rural; erigiéndose dicha obra en el lugar del estado denominado Torre de Zarragoytía o Fuerte España.
De levantar el nuevo cuartel se ocuparon los ingenieros Reig y Segrera. En esos momentos mandaba el escuadrón E de la Guardia Rural de Bayamo el capitán José Martínez, dependiente del Regimiento no. 3 de Santiago de Cuba.  El único incidente que surgió en la fase constructiva fue el temor manifestado por el maquinista del acueducto, César Pizarro, de que la obra afectara la tubería maestra. Pronto los ingenieros y el alcalde municipal Francisco Estrada, dieron seguridad de que se tendría en cuenta la citada tubería. Se construyó en tiempo record, porque  cinco meses después, el 6 de julio,  comenzó  a guarecer a los guardias.
El recinto militar ocupó un área de unos 14 335 metros cuadrados, cuya forma era un rectángulo regular. Allí se construyeron varios edificios, polígono, cercas de alambres, calles interiores y jardines. Entre las dependencias estuvieron la capitanía, el cuartel maestre, calabozos, enfermería, dormitorios, club de oficiales, cocina, comedor, baños, cuarto de oficial, barbería, talabartería, carpintería, cuadra de los caballos y una garita en el fondo. Más tarde se le sumó un garaje, una herrería y una sala de radio.
El frente lo tenía para la calle Cedería, hoy Abigahil González. Lo delimitaba una muralla almenada de 85 metros de longitud, a una altura de dos metros y ochenta centímetros de espesor. En su parte céntrica se levantaron dos torres circulares y aspilleradas, separadas cinco metros, para franquear la entrada. 
Por el flanco derecho corría una cerca de de tablas, a unos dos metros de altura. En esta área se construyeron varias casas de viviendas particulares, con el frente para la calle General Calixto García. En el fondo se levantó una cerca de varios pelos de alambre de púa, que finalizaba al costado de la cuadra de caballos. A poco distancia había otra cerca de alambre hasta los pesebres. Para el paso de las bestias hacia el potrero cercano había una portería de madera. Por el flanco izquierdo cerraba el perímetro otra cerca de alambre de púas.
Este cuartel era la sede de la tenencia  de Bayamo, la que controlaba las de Jiguaní y Veguitas y  a la vez tenía jurisdicción sobre los puestos de la Guardia Rural  del central Mabay, Bueycito, Guisa, Río Cauto, Baire y Maffo.
Episodios republicanos vinculados al cuartel
Durante el levantamiento armado de los liberales en 1917, ante la reelección del presidente Mario García - Menocal, el Escuadrón no. E de la Guardia Rural de Bayamo se mantuvo fiel al gobierno. Sin embargo, la ciudad fue ocupada por los rebeldes, por lo que los conservadores buscaron amparo en la fortaleza.  Pronto quedaron si alimentos y sin fluido eléctrico. Los sublevados mataron caballos en los alrededores del recinto militar para crear una atmósfera irrespirable y de este modo forzar la capitulación.
En el conflicto los rurales dieron muerte al coronel mambí Antonio Jiménez y al jefe de la policía local, el capitán liberal Tomás Plana. El sitio al cuartel fue levantado gracias a la llegada de un refuerzo de Santiago de Cuba, al mando del coronel Matías Betancourt. Pronto aparecieron llamados a la reconciliación pública y a darse un abrazo como hermanos. Por eso, el drama de La Chambelona en Bayamo solo duró dos meses.  
En la lucha contra la tiranía de Machado al frente del cuartel estaba el capitán José Joaquín Marrero, mientras la policía estaba a cargo del capitán Agustín Jiménez López. Ambos se caracterizaron por la persecución de los revolucionarios y la represión de las manifestaciones. Incluso en una de las marchas estudiantiles murió baleado por los guardias el joven Ramón Collada, a los trece años de edad, al tiempo que era herido Juan Odoardo. En los calabozos del cuartel fueron torturados los revolucionarios Alberto García Meriño, Roque González Fonseca, Rogelio Recio González, Manuel Estrada Sierra, Emilio Moreno, Ramón Sierra y Miguel Enrique Capote Tamayo, entre muchísimos otros.
Es conocido que entre los planes del líder insurreccional  Antonio Guiteras estuvo la toma del cuartel de Bayamo, en respuesta a la mediación del embajador norteamericano Sumner Wells. El plan consistía en dinamitar el cuartel a través del túnel de desagüe hacia el río Bayamo y la ocupación de las armas por un comando a cargo del mismo Guiteras.  Este arsenal serviría para armar al pueblo y retirarse a la Sierra Maestra para el afianzamiento de la guerra de guerrilla.
Para la acción los antimachadista se reunieron en la finca Jabaco, cercana a la ciudad. El grupo contaba con ocho ametralladoras, fusiles y revólveres. Pero el proyecto lo retrasó la búsqueda de dinamita en Las Tunas y el descubrimiento de la concentración revolucionaria por la Guardia Rural. El enemigo los hostigó en varios momentos, sin atreverse a librar un combate formal. Durante esas pendencias, el 12 de agosto de 1933, huyó el tirano. En horas de la tarde de ese día Guiteras entró a Bayamo y celebró con el pueblo la victoria. 
En 1935 tomó la denominación de Escuadrón 35 y en la nueva ley orgánica del Ejército Constitucional de enero de 1942, durante el gobierno de Batista, cambió a Escuadrón no. 13, subordinado al Regimiento no. 1 Antonio Maceo de Santiago de Cuba.
 
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El ataque al Cuartel Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo

Ludín B. Fonseca García

 
Una figura de triste recordación reaparece en el panorama político cubano el 10 de marzo de 1952, da un golpe de Estado y elimina las garantías consti­tucionales. Fulgencio Batista es apoyado por el ejército, la alta burguesía nativa y el Gobierno norteamericano.
Diversas son las variantes planteadas por los polí­ticos para destituir al sátrapa, pero ninguna se mate­rializa. En 1953 se conmemora el centenario del natalicio de José Martí y un grupo de jóvenes decide empuñar las armas para limpiar la afrenta que signi­fica la dictadura para la memoria del Héroe Nacional.
Fidel Castro pasa por Bayamo en abril de 1953 y llega a las Minas de Charco Redondo, en Jiguaní, se interesa por los medios de vida de los trabajadores, por sus enfermedades, y comprueba la disposición y condiciones para apoyar una acción armada.
Argumentos del investigador Mario Mencía dicen que en abril surge la idea de atacar en julio los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo. Se labora con celeridad en la recogida de dinero, compra de armas, preparación militar, búsqueda de un hospedaje, ga­rantías para el traslado y la organización de los planes de ataque.
Bayamo se escoge, según palabras del líder orto­doxo, para ubicar las avanzadas junto al río Cauto y evitar los refuerzos por carretera y ferrocarril, desde diversas partes de Cuba, a las tropas del cuartel Moncada, además, por la tradición patriótica y revo­lucionaria del pueblo.
Llegan las armas por tren en horas del mediodía del 25 de julio de 1953, eran fusiles calibre 22, escopetas calibre 12 y 16 y algunas pistolas y revólveres. Después de una leve demora, son llevadas al hospe­daje Gran Casino, lugar seleccionado para concen­trar a los asaltantes.
En horas de la noche, Fidel Castro analiza en detalle la acción con el jefe, Raúl Martínez Ararás, y otros hombres. Los relojes se sincronizan, la acción es simultánea a la de Santiago de Cuba.
Después de las 11:00 p.m. los asaltantes están acuartelados, se reparten las armas y los uniformes la inesperada intervención del gracioso de color amarillo, el mismo que usan los soldados, y estudian el plano y las fotografías del cuartel.
Inicia la tropa su desplazamiento desde el Hospe­daje, en la madrugada del 26 de julio. A las 5:15 a.m., según convinieron Fidel y Martínez Ararás, 20 jóve­nes penetran en la instalación por la parte trasera, están entre dos cercas cuando el soldado Navarro regresa a su puesto de guardia, después de consumir café en la cocina, observa el desplazamiento, da el alto y tira al aire.
Indalecio Estrada es el cabo de guardia, escucha el proyectil y se dirige al lugar, ve a varios hombres, da el alto según establece el reglamento, y echa rodilla en tierra. Recibe una descarga y dispara con su ametralladora Thompson desde la cabeza del establo, protegido por tablones de dos pulgadas. Se despiertan ocho soldados y lo imitan desde las ven­tanas.
Detienen el desplazamiento los grupos de asaltan­tes, se parapetan detrás de una pila de leña y tiran incesantemente, se pierde el factor sorpresa y des­pués de 10 o 15 minutos el jefe ordena retirada, que protege Mario Martínez Ararás.
En la acción son heridos el soldado Navarro, en un brazo, y en un muslo, el atacante Gerardo Pérez Puelles.
Otras acciones no se ejecutan: la toma de la Esta­ción de Policía y el Centro de Correos y Telégrafos, tampoco trajeron a los mineros de Charco Redondo ni volaron los puentes sobre el río Cauto.
Inician las tropas batistianas de inmediato la perse­cución, 10 jóvenes fueron capturados y masacrados, igual cantidad sobrevive por la protección de los bayameses a costa de sus vidas.
El 26 de julio de 1953 fue una derrota militar, pero marca el inicio de una nueva etapa en la lucha por alcanzar la independencia nacional. Surgen líderes que rompen con el criterio reinante de que en Cuba un movimiento triunfa si tiene al ejército como aliado o neutral, nunca en contra.
 
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Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2015
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